Lo que dan de sí 50 metros de cuneta (y II)

(Esta entrada es continuación de la inmediatamente anterior.)

... De hecho, se observan en las propias pizarras algunas venas que las atraviesan, de mineral blanco con magnetita, clorita y pirita, que bien podrían haber sido depositadas, en grietas, por aguas calentadas y mineralizadas:

Todas estas pizarras y materiales asociados son del Cámbrico Inferior.

Aparte de los rasgos referidos, las pizarras presentan algunos pliegues del tipo de las “kink-bands”, es decir, bandas estrechas a lo largo de las cuales las pizarras se doblan bruscamente, para luego volver a su tendencia anterior:

Y también están afectadas las pizarras por otras fracturas, a modo de planos paralelos entre sí y que cortan los planos de las pizarras, favoreciendo que estas se desprendan en placas regulares, como se ve en la primera foto de esta entrada. Por otro lado, y desde un punto de vista más agrícola, sobre las pizarras se ha desarrollado un suelo cortito, de dos o tres palmos a veces:

El suelo (lo que solemos llamar “tierra”) se desarrolló por interacción de lo que hay bajo él y sobre él: la roca, y los seres vivos y el aire. Así, el aire y el agua de lluvia infiltrada alteran y disgregan la pizarra, que aporta los componentes minerales al suelo; mientras que la acumulación y descomposición de materia vegetal muerta, le aporta los componentes orgánicos. En muy resumidas cuentas, así se forma sobre la roca la “tierra” fértil, salvo que se trate de tierra arrastrada desde otro punto.

Todo esto fue observado en 50 metros de talud, de camino a otro lugar, cerca de Santa Olalla, una mañana de agosto. Ya de vuelta, sobre la hora de comer, con un calor inmoral, me paré de nuevo a buscar fósiles, y me picó en el lóbulo de la oreja lo que yo creía trilobites volador, pero era avispa. Asado, hambriento, con el lóbulo de la oreja como un ardiente filetón recién hecho, tuve que aguantar que el cielo me dedicara el siguiente agravio comparativo: hebras de cristales de hielo, arrastradas por el viento en altura, a varias decenas de grados bajo cero, componiendo nubes del tipo de los “cirros”: