Un ovni del Terciario


Pareciera que sobre este suelo ha aterrizado un ovni pequeñito. Pero no: es la parte inferior del caparazón de un erizo de mar Clypeaster. Aunque, a decir verdad, su forma tampoco difiere mucho de la de un platillo volante.

Y es que su caparazón era acampanado por arriba (parte alta rota en esta foto):


y plano por abajo (cóncavo en el centro, donde está la boca):


Imaginemos que retiramos la parte superior acampanada: se vería la base plana por dentro. Pues eso es exactamente lo que aparece en la primera foto. Curiosamente, dicho corte es idéntico al de otro ejemplar que vemos en la ruta urbana por monumentos:


La diferencia estriba en que el Clypeaster de la foto primera ha sido cortado por la meteorización y la erosión, y el de esta, por el hombre, que al fin y al cabo también es un agente erosivo. De hecho, algunos especímenes de hombre son capaces de erosionarte hasta el ánimo.

Pero volvamos al Clypeaster. Su contorno parece redondo, pero si nos fijamos bien es ligeramente pentagonal y pelín alargado. La boca estaba en el centro de la base, y hacia ella concurrían cinco surcos alimenticios a lo largo de los cuales unos pedunculillos recogían y desplazaban las partículas alimenticias. El Clypeaster vivía semienterrado en el sedimento en mares tropicales poco profundos; lo mismo hacen las especies actuales de este género y otros similares, todas pequeñas y conocidas en costas tropicales angloparlantes como “dólares de arena”.

Nuestro Clypeaster, sin embargo, tan grande, es de una especie típica de la era Terciaria, periodo Neógeno, época Mioceno, y este en concreto de edad Tortoniense.

(Fotos segunda y tercera, de Clemente, "el Hombre que Habitaba la Discordancia"; en la segunda, el brazo es de Antonio, "el Hombre de los Clypeaster"; aunque no salga en foto, por allí andaba también Tere, "la Mujer del Hacha de Piedra".)