Réquiem por una esponja

Cada vez que pasaba por Triana, aprovechaba para hacerle una visita. Siempre la encontraba en el mismo portal, ignorada por todos; con la expresión impasible, como si ya no le importara el paso de los años. Estaba muy mayor: en sus espaldas pesaban más de 500 millones de años.

Aunque, a decir verdad, no tenía espaldas, porque su simetría era radial. Tampoco tenía huesos: su esqueleto era una doble pared cónica, con dos juegos de tabiques que iban de pared a pared. Por eso, algunas rodajas de su esqueleto, que es lo único que se encontró de su cadáver, lucían tal que así:


Creció con el cono abierto hacia arriba. Vivió de filtrar agua marina con el cono. Desapareció misteriosamente. Sus restos yacerán, probablemente, en alguna escombrera ilegal de las afueras. En el portal donde siempre la encontraba, alguien ha sustituido su presencia por un vulgar travertino sin nombre.

Descansa en paz, Arqueociátida cámbrica. Los pocos que supimos de tu existencia, siempre te recordaremos.

(Esta piedra viene de las canteras de Alconera, cerca de Zafra, provincia de Badajoz: más información en http://www.extremambiente.es/files/biblioteca_digital/patrimonio_2010/Patrimonio%203.13.pdf )