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Mostrando entradas de agosto, 2011

Una costa rocosa en hundimiento entre Sierra Morena y la Depresión del Guadalquivir

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Imaginemos una costa rocosa. ¿Qué podemos encontrar en ella? Naturalmente, la roca (bajo la línea negra), con una superficie irregular a consecuencia de la erosión (línea negra): En las partes deprimidas (entre la línea negra y la amarilla) se acumularían trozos de las partes prominentes, arrancados por las olas. Entre esos trozos (círculos negros) pueden aparecer conchas de moluscos bivalvos (círculos amarillos): Los trozos de roca desprendidos, o los propios salientes, pueden presentar en su superficie pequeñas perforaciones, realizadas por organismos de medios costeros rocosos. Ahora, supongamos que nuestra costa rocosa se encontraba en hundimiento progresivo. Entonces, sobre los materiales anteriores (sobre la línea amarilla de las fotos de arriba), se depositarían capas de arena o limo, que los irían enterrando. Así, lo que antes era costa rocosa, ahora es un fondo arenoso poco profundo. Entre las arenas podemos encontrar rellenos de tunelillos excavados por organismos, y concha

¿Dónde están el "abajo" y el "arriba"?

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La imagen recoge el aspecto de un gran bloque desprendido en una cantera. En el talud de la cantera, las capas están aproximadamente horizontales, pero el bloque desprendido quedó apoyado sobre un lado, y la estratificación aparece verticalizada. La pregunta es: ¿cuáles son las capas superiores, más modernas, y cuáles las inferiores, más antiguas? Hay algunas tretas a las que echar mano para aclarar esto. Por ejemplo, la posición de las conchas. Pensemos: tenemos un fondo más o menos plano, y valvas de bivalvos muertos esparcidas sobre él. Las valvas tienen un lado convexo y otro cóncavo. Dada la fauna y el aspecto arenoso de las capas, debemos de estar en un fondo marino somero, así que el fondo ha de estar afectado por olas y corrientes. ¿Cuál será la posición más estable de las valvas en estas circunstancias? En las valvas que se encuentren con la concavidad hacia arriba, los movimientos del agua pueden penetrar bajo ella con facilidad y voltearla; por el contrario, si tienen l

Lo que dan de sí 50 metros de cuneta (y II)

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(Esta entrada es continuación de la inmediatamente anterior.) ... De hecho, se observan en las propias pizarras algunas venas que las atraviesan, de mineral blanco con magnetita, clorita y pirita, que bien podrían haber sido depositadas, en grietas, por aguas calentadas y mineralizadas: Todas estas pizarras y materiales asociados son del Cámbrico Inferior. Aparte de los rasgos referidos, las pizarras presentan algunos pliegues del tipo de las “kink-bands”, es decir, bandas estrechas a lo largo de las cuales las pizarras se doblan bruscamente, para luego volver a su tendencia anterior: Y también están afectadas las pizarras por otras fracturas, a modo de planos paralelos entre sí y que cortan los planos de las pizarras, favoreciendo que estas se desprendan en placas regulares, como se ve en la primera foto de esta entrada. Por otro lado, y desde un punto de vista más agrícola, sobre las pizarras se ha desarrollado un suelo cortito, de dos o tres palmos a veces: El suelo (lo que sole

Lo que dan de sí 50 metros de cuneta (I)

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Me encuentro esto en la cuneta de una pista: Son pizarras moradas. Las pizarras derivan de sedimentos muy finos, como arcillas; al irse acumulando y aplastando, las partículas microscópicas de arcilla, planas, se trasforman y reorientan en paralelo, y así aparecen los planos finos por los cuales se parten las pizarras sedimentarias. Luego, la pizarra fue plegada, y por eso los planos aparecen verticales: porque este tramo forma parte de uno de los lados de un gran pliegue erosionado. Pero acerquémonos un poco: Está claro que aquí “ha pasado algo”, en el sentido más literal del término: ha pasado algún animal, o mejor dicho muchos, que marcaron sus surcos de desplazamiento en la superficie del sedimento del fondo marino . Al ser resultado de la locomoción del animal, se trata de “icnofósiles”, al igual que los rastros de excavación abordados en entradas pasadas de este blog. Entre las capas de pizarra, hay una capita blanquecina de tacto más arenoso y con suaves ondulaciones: Las

Meteorización cavernosa en Estepa

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Este talud, de una antigua cantera, parece horadado. Los boquetes son profundos, en comparación con el ancho de la entrada, y si uno mete el brazo se da cuenta de que tienden a curvarse hacia arriba. Pero, a pesar del aspecto, en esta disgregación no han participado ni el hombre, ni organismo vivo alguno. En principio, uno pensaría que al erosionarse un talud, debería retroceder por igual toda la superficie expuesta. Pero esto no es así si la disgregación de la roca se ve favorecida precisamente en los huecos. En tal caso, pequeñas concavidades iniciales tenderán a profundizarse, mientras que el resto de la superficie retrocederá más lentamente, y al final se obtendrá un patrón “cavernoso” como el de estas fotografías. Pero, ¿por qué la disgregación del material es más rápida en los huecos? Una posibilidad es que dependa de la humedad, que se conserva mejor en la superficie interna de los huecos. En acantilados costeros, al parecer influye la sal trasportada por el aire. En ambi

Avalanchas submarinas en la Media Fanega

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En esta pared de piedra, a punto de ser utilizada como escalera, hay unas capas que sobresalen más, y otras que hacen entrante: Las que hacen entrante, lo hacen porque son pizarrosas, y se disgregan con más facilidad y se desprenden. Las pizarras suelen derivar de arcillas depositadas en fondos marinos tranquilitos, ya que de lo contrario las pequeñísimas partículas de arcilla se mantendrían en suspensión. Pero, de vez en cuando, sobre este fondo arcilloso se dejaban caer avalanchas procedentes de algún suave talud submarino. Las avalanchas llevaban consigo arenas, del talud y de lo alto del talud, que se extendían por una gran superficie por el carácter fluido de la avalancha. Esto dio lugar a las capas de areniscas, que son las que sobresalen, en la primera foto. Al depositarse bajo la acción de una avalancha, las arenas presentan una laminación oblicua y curvada, propia de medios agitados (en esta foto, arenas muy finas): Dada la frecuencia de capas de arenas entre las pizarras,

Réquiem por una esponja

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Cada vez que pasaba por Triana, aprovechaba para hacerle una visita. Siempre la encontraba en el mismo portal, ignorada por todos; con la expresión impasible, como si ya no le importara el paso de los años. Estaba muy mayor: en sus espaldas pesaban más de 500 millones de años. Aunque, a decir verdad, no tenía espaldas, porque su simetría era radial. Tampoco tenía huesos: su esqueleto era una doble pared cónica, con dos juegos de tabiques que iban de pared a pared. Por eso, algunas rodajas de su esqueleto, que es lo único que se encontró de su cadáver, lucían tal que así: Creció con el cono abierto hacia arriba. Vivió de filtrar agua marina con el cono. Desapareció misteriosamente. Sus restos yacerán, probablemente, en alguna escombrera ilegal de las afueras. En el portal donde siempre la encontraba, alguien ha sustituido su presencia por un vulgar travertino sin nombre. Descansa en paz, Arqueociátida cámbrica. Los pocos que supimos de tu existencia, siempre te recordaremos. (Est

Una de minerales, en Santa Olalla de Cala

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En esta roca parece que los minerales se han mezclado adrede para aumentar el contraste cromático. Hay un mineral negro que contrasta mucho con otro muy blanco, y otro verdoso que contrasta con un cuarto mineral rojizo. El negro es un óxido de hierro magnético y pesado: la magnetita. El verde es serpentina, un bonito filosilicato de magnesio (y a veces hierro) que surge por alteración de otros silicatos de hierro y magnesio. El blanco no sé cuál es, pero parece comportarse como una eflorescencia salina: parece que el mineral circulara disuelto en aguas de lluvia infiltradas en la roca, y se depositara en masas pulverulentas al evaporarse el agua en su superficie. A veces se desprende y forma montoncitos blancos terrosos al pie de la roca. En cuanto al mineral rojo, la verdad es que no recuerdo qué era; tal vez un carbonato con hierro, como ankerita o siderita, o algo teñido de hematites, o yo qué sé. Lo que sí sé es que los verdes de la serpentina (el nombre “serpentina” le viene d

Ruta fosilera urbana el 18 de septiembre de 2011

Aunque el programa de actividades no es definitivo hasta la presentación oficial a principios de septiembre, parece que el domingo 18 de septiembre, por la mañana (9-12 h.), guiaré la ruta sobre fósiles en los monumentos de Sevilla, en el contexto de la Semana Europea de la Movilidad, con Ecomímesis Soc. Coop. And. En el programa, la ruta aparece bajo el nombre "Descubre los fósiles de los monumentos".  Las plazas son limitadas, y se requiere rellenar una escueta ficha de inscripción y mandarla por correo electrónico a movilidad@ecomimesis.com , entre el 1 y el 15 de septiembre. La ficha también estará disponible en la propia Feria de la Movilidad Sostenible, en la Plaza de San Francisco, del 16 al 18 de septiembre, en el chiringo del Ayuntamiento. Supongo que la selección de participantes se hará por orden de inscripción. Información sobre el itinerario: http://www.ecomimesis.com/movilidad/itinerarios.htm Información sobre inscripción: http://www.ecomimesis.com/movil

Muchos bálanos en una sola concha

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Esos redondeles como cráteres que aparecen en la mitad superior de la muestra, son lo que queda de sendas bellotas de mar, también llamadas bálanos. Las placas de su caparazón componían una especie de volcancito, que se pegaba al sustrato en costas rocosas, para no ser arrastrado por el agua. Pero si giramos un poco la piedra... ... resulta que no es una piedra, sino una concha gorda, de “ostra” de las que abundaban en el mismo medio. Los bálanos por tanto crecieron todos en la misma concha. Se notan también sobre la concha los pequeños orificios milimétricos realizados por organismos perforadores. A veces las ostras también se pegaban unas sobre otras para constituir verdaderos bancos: Un par de bálanos más de cerca: Las fotografías están realizadas en diversos puntos de una banda que va de Aznalcóllar a Lora del Río, donde afloran en superficie los materiales más basales de la antigua cuenca marina que hoy llamamos Depresión del Guadalquivir, asentados sobre los materiales de S

¿Ves el pliegue?

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Si Tere y Clemente se apoyan dos metros más atrás, se me salen del pliegue y se me caen al charco: Fijaos en la superficie donde Clemente apoya los pies. Es la superficie de una de las capas (“superficie de estratificación”). Describe una suave curva hacia Clemente, como rindiéndole pleitesía. Detrás de él, aparece la superficie de otra de las capas, que corre más o menos en paralelo a la anterior. Pero a sus espaldas, las capas se doblan hacia abajo con fuerza. La doblez se aprecia en todas las capas hasta la posición del fotógrafo. Vamos, que estamos viendo un pliegue, con su zona de máxima curvatura (“zona de charnela”) a las espaldas de Tere y Clemente. Pero se aprecia otro rasgo más. El pliegue es consecuencia de una compresión, pero no es la única consecuencia de la compresión. Hay otra consecuencia: las capas dobladas están atravesadas por planos, que van más o menos desde abajo a la izquierda hacia arriba a la derecha. La incidencia del Sol resalta alguno de estos planos en

Un ovni del Terciario

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Pareciera que sobre este suelo ha aterrizado un ovni pequeñito. Pero no: es la parte inferior del caparazón de un erizo de mar Clypeaster . Aunque, a decir verdad, su forma tampoco difiere mucho de la de un platillo volante. Y es que su caparazón era acampanado por arriba (parte alta rota en esta foto): y plano por abajo (cóncavo en el centro, donde está la boca): Imaginemos que retiramos la parte superior acampanada: se vería la base plana por dentro. Pues eso es exactamente lo que aparece en la primera foto. Curiosamente, dicho corte es idéntico al de otro ejemplar que vemos en la ruta urbana por monumentos: La diferencia estriba en que el Clypeaster de la foto primera ha sido cortado por la meteorización y la erosión, y el de esta, por el hombre, que al fin y al cabo también es un agente erosivo. De hecho, algunos especímenes de hombre son capaces de erosionarte hasta el ánimo. Pero volvamos al Clypeaster . Su contorno parece redondo, pero si nos fijamos bien es ligeramen

Madrigueras de cangrejos fosilizadas

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No solamente fosilizan los restos corporales de los organismos, sino también los rastros de su actividad. Así, encontramos madrigueras, pistas de desplazamiento, huellas, rastros de excavación, etc., de características diversas según quién las haga y el medio en el que esté. Es el variado mundo de los “icnofósiles”. Las fotos se refieren a un ejemplo de icnofósil. Se trata de rastros en forma de tubos horizontales, rectos o algo sinuosos, con ramificaciones en forma aproximada de Y (fotos primera y segunda), y algunos conductos en vertical (última foto). La erosión del río ha eliminado selectivamente el material en torno a los rastros: así estos quedan resaltados (foto tercera), y a veces hasta suspendidos, de manera que puede meterse la mano por debajo. La misma erosión diferencial permite observar su continuidad durante considerable longitud, y distinguir túneles a distintos niveles (fotos segunda y tercera). Allá donde han sido rotos, se puede ver su sección (foto cuarta). La

Flora pantanosa del Carbonífero en Villanueva del Río y Minas (y II)

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De modo que teníamos Lepidodendron , Sigillaria , y las raíces de ambos: Stigmaria , todo ello de la clase de las licopodiópsidas. En la clase de los equisetópsidos encontramos un tercer árbol frecuente en los pantanos del Carbonífero: los CALAMITES. Sus troncos y ramas eran segmentados, con entrenudos y nudos, y de los nudos salían hojitas. Una impresión carbonizada se ve en esta foto, a la izquierda, en la cual se distinguen los entrenudos, y las hojas lineares que salían de los nudos. Los troncos de Calamites perdían la médula central, y quedaban por tanto huecos. Ese hueco era rellenado por sedimento en el pantano. Los rellenos de la cavidad medular (a la derecha en la misma foto) presentan estrías en vertical, relacionadas con los haces verticales de vasos conductores de savia que limitaban la cavidad medular. A la altura de los nudos los haces se dividían y reagrupaban, marcando bien el nudo; ello se aprecia con claridad en la parte central del siguiente fragmento: Las