Meteorización cavernosa en Estepa

Este talud, de una antigua cantera, parece horadado. Los boquetes son profundos, en comparación con el ancho de la entrada, y si uno mete el brazo se da cuenta de que tienden a curvarse hacia arriba. Pero, a pesar del aspecto, en esta disgregación no han participado ni el hombre, ni organismo vivo alguno.

En principio, uno pensaría que al erosionarse un talud, debería retroceder por igual toda la superficie expuesta. Pero esto no es así si la disgregación de la roca se ve favorecida precisamente en los huecos. En tal caso, pequeñas concavidades iniciales tenderán a profundizarse, mientras que el resto de la superficie retrocederá más lentamente, y al final se obtendrá un patrón “cavernoso” como el de estas fotografías.

Pero, ¿por qué la disgregación del material es más rápida en los huecos? Una posibilidad es que dependa de la humedad, que se conserva mejor en la superficie interna de los huecos.

En acantilados costeros, al parecer influye la sal trasportada por el aire. En ambientes áridos, formas así pueden generarse por acción de las arenas que trasporta el viento, o por la cristalización de sales en superficie. Cuando los huecos son pequeños, se habla de “alveolos”, y son un proceso de alteración frecuente en areniscas y calcarenitas de los monumentos. Cuando las concavidades son grandes, se trata de “tafonis”. Si las cavernitas van creciendo en grosor, terminan por separarse unas de otras simplemente por paredes estrechas, y componen un patrón poligonal: la morfología en “panal de abeja”.

De todos modos, a largo plazo el destino final es la erosión del relieve, y todas estas formas son efímeras.