Flora pantanosa del Carbonífero en Villanueva del Río y Minas (I)

Érase una vez un árbol llamado LEPIDODENDRON, abundante en el periodo Carbonífero de la era Primaria, cuyo tronco estaba cubierto por marcas en forma de rombo, que dejaban las hojas al desprenderse. Un tronco o rama, o simplemente un trozo de corteza, cayó sobre la arena a los pies del árbol, y dejó allí impresos sus rombos. Enterrada y consolidada la arena, se trasformó en arenisca, que conservó la huella de los rombitos; y así se formó esta muestra. En ella, las marcas negras sí representan restos de la materia vegetal propiamente dicha, carbonizados.


Había otro árbol, del mismo periodo y hábitat (zonas pantanosas), llamado SIGILLARIA, que presentaba en su superficie cicatrices distintas: más bien hexagonales, y alineadas en surcos verticales en algunas especies. Y otra vez lo mismo: al caer un tronco, o al quedar este semicubierto por sedimentos, podía marcar su forma sobre dicho sedimento, y de ahí la muestra de la foto siguiente, que conserva muy bien la estructura de detalle de las cicatrices foliares. En la foto posterior, restos carbonizados de la materia orgánica de la planta en los surcos. Luego, dos fotos de contramoldes.

Tanto las especies del género Lepidodendron como las del género Sigillaria, pertenecían a la clase de las licopodiópsidas, y tenían en común la estructura de las raíces. Eran “raíces” que se ramificaban dicotómicamente y discurrían en horizontal, sin profundizar. De esas “raíces” nacían muchas “raicillas”, como dedos, que eran frágiles y acababan por desprenderse; dejaban cicatrices en la superficie de la “raíz”, en forma de ombligos dispuestos en espiral. Eso dio lugar a fósiles como el de la foto que sigue a este párrafo, donde se aprecian tanto los ombligos como el grosor de una raíz.




Estos fósiles de raíces suelen aparecer separados de los fósiles de corteza, y no hay manera de asociarlos; por ello se han clasificado en un “género” aparte: Stigmaria. Así que, curiosamente, distintas partes de un mismo árbol pueden recibir nombres científicos distintos. Es algo que no ocurre con los seres vivos, pero que ocurre a veces con los fósiles.