"Marmita de gigante" en la rivera de Huéznar

Cuando el río viene crecido, el agua entra y sale de continuo, en un movimiento de remolino. Al entrar, el giro del agua hace girar a los cantos y gravas con fuerza sobre el fondo del hoyo, el cual se desgasta y profundiza. Al salir, el agua extrae los pequeños productos del desgaste. Es, en definitiva, una perfecta máquina de horadar. No es de extrañar que se lleguen a formar agujeros bastante más profundos que anchos.
Los cantos y gravas del interior también se desgastan, y acaban siendo reducidos y extraídos; pero siempre caerán en la trampa otros nuevos, arrastrados por el río. Si no, el proceso se detendría.
Suele llamarse a estos hoyos “marmitas de gigante”, supongo que por recordar a veces a grandes ollas, con las paredes interiores redondas y pulidas por el roce de las partículas en giro. Aunque los estrechos y profundos, más que marmitas, merecerían llamarse “vasos de tubo de gigante”.
También cabe imaginar al propio gigante removiendo con un cucharón el agua del hoyo y los cantos en su fondo, y así ampliando el boquete; total, la imaginación es libre.
(Una observación: los grandes cantos rodados que se ven junto a la entrada del hueco, no tienen nada que ver con el proceso descrito, ni están sueltos: es que la roca horadada, en este caso, es en sí misma un conglomerado de cantos, muy antiguo y muy consolidado.)