Lavas basálticas en Almadén de la Plata


Visto de lejos, este afloramiento de rocas parece un aburrimiento. Como mucho, se adivinan cuerpos de roca dispuestos horizontalmente. Pero visto de cerca adquiere más interés:










Encontramos que la roca es un material oscuro, a veces con pequeñísimas agujitas blancas, las cuales a veces están orientadas; y que en la roca aparecen unos huecos llamativos, a modo de burbujas congeladas, que con frecuencia están rellenos de minerales blancos, rosados, blancos fibrosos, verde claro o verde oscuro. 

Pues bien: el material es una lava; las agujitas son cristales de plagioclasa, tal como aparecen en ocasiones en la lava basáltica; cuando las agujitas se orientan es por el fluir de la lava; y los huecos fueron las burbujas de gas dentro de la lava. El relleno de los huecos ocurrió tras la solidificación, cuando circularon aguas calientes que alteraron la roca y depositaron minerales. Los minerales de alteración depositados en los huecos son calcita (blanco, rosado), zeolitas (blanco fibroso en general), epidota (verde claro), y ciertos filosilicatos como la celadonita (verde oscuro). Quizá también cuarzo y otros.

La alteración actual de la roca, por exposición a la intemperie, sigue en muchos puntos un patrón “en capas de cebolla”:
 

Expliquemos el patrón. Las zonas más expuestas al aire y a la lluvia experimentan cambios en sus minerales, que los hacen cambiar de volumen. El cambio de volumen crea una grieta en paralelo a la superficie, o varias si hay varios grados de penetración. De ahí las “capas”. Como ese efecto avanza a partir de las fisuras que dividen la roca en cuerpos poliédricos, el resultado es el redondeamiento progresivo de esos cuerpos. De ahí las "cebollas".

Estas lavas son una parte del relleno de una antigua depresión entre montañas del final del Carbonífero y del Pérmico, cuyos restos se extienden desde Almadén a Cantillana, y que hoy está siendo erosionada por el río Viar y sus afluentes.