Manantiales hidrotermales submarinos en el Andévalo


Veamos. Tenemos aquí un enrejado o trenzado de material más o menos verdoso, que engloba partes de otro material mayoritario, más rojizo. El material verdoso contiene sulfuros de metales, sobre todo sulfuro de hierro bajo la apariencia de pequeños cubitos del mineral “pirita”:


A veces se presenta alterado con un vistoso aspecto de minicavernas:
 

Pues bien, ese juego de venas interconectadas es la red de fisuras por las que circularon, a través de la roca del fondo marino, unas aguas muy calientes y cargadas de metales, para salir mediante fumarolas submarinas u otros tipos de manantiales hidrotermales. Fumarolas submarinas actuales que exhalan sulfuros metálicos pueden observarse en el siguiente vídeo:



Lo de nuestras fotos sería, precisamente, el enrejado de fisuras que alimentó algunas de estas salidas de agua, al principio del periodo Carbonífero, en un estrecho mar que aún separaba Laurrusia de Gondwana.

Las aguas tomarían su calor y sus metales de la proximidad de roca muy caliente o fundida, a cierta profundidad bajo el fondo marino. El agua en sí, pudo ser agua marina infiltrada, agua que quedó como residuo tras la solidificación de la roca fundida, o aguas que quedaban en las capas atravesadas desde que se depositaron. Las fotografías anteriores se han tomado en las zonas comparativamente más claras de este talud de la mina de San Miguel:


La zona superior, intensamente roja, es la zona donde esos mismos materiales originales han sido alterados por infiltración de agua de lluvia. La alteración es total, y casi todos los minerales en esa zona roja son óxidos e hidróxidos de hierro. Lo rojo es el óxido de hierro “hematites”, que es lo que predomina. Pero también hay colores negros y amarillos. En las siguientes fotos, lo rojo es hematites; lo negro con bultitos y brillos multicolores, es el óxido-hidróxido de hierro “goethita” (quizá también “lepidocrocita”); lo amarillo, es una asociación complicada de goethita, lepidocrocita y agua llamada “limonita”:


En estas fotografías se aprecia que estos minerales con frecuencia se presentan en costras, e incluso cementan fragmentos de la roca preexistente. Esto tiene que ver con el proceso de alteración. El agua de lluvia infiltrada, y el aire que penetra, oxidan los sulfuros, lo cual produce ácido sulfúrico que corroe en buena parte la roca original, y se lleva mucho material en disolución. Queda solo lo menos soluble, que es el hierro, combinado con el oxígeno y el agua en óxidos e hidróxidos, que se depositan en esas costras cementantes.

Si la zona roja oxidada no llega más abajo, es porque a determinada profundidad ya todos los resquicios estaban ocupados por agua permanentemente, y entonces la penetración de oxígeno del aire y del agua de lluvia infiltrada es menor, y las condiciones químicas ya no son de oxidación.

Pues ya hemos repasado, someramente, dos de las zonas de esta corta minera abandonada de San Miguel: el yacimiento de sulfuros metálicos a modo de enrejado verdoso (“stockwork”), y la parte superior alterada llena de óxidos e hidróxidos de hierro (“gossan”, a veces también enriquecidos en plata y oro). Aquí una panorámica de la corta:


Todos estos materiales, al igual que los de los yacimientos mineros de Nerva o Riotinto y otros de la zona del Andévalo que ya hemos tratado en este blog ( “cerros de jaspe” del Andévalo, columnas de lava en el Odiel, lavas almohadilladas en Valverde), forman parte del Complejo Vulcanosedimentario, depositado mayoritariamente en condiciones submarinas durante el Carbonífero, y que pasaron a aflorar en superficie cuando, todavía en el Carbonífero, fueron plegados y convertidos en una parte de la antigua cordillera Varisca, a consecuencia de que las masas continentales se aproximaron y colisionaron y aquel mar se cerró.

Os dejo con varias fotografías de las ruinas que se extienden junto a la mina de San Miguel. Se corresponden con las antiguas instalaciones mineras y el poblado, y, como se me estropeó la cámara, no pude captar gran cosa: