Un magma dentro de otro en Almadén (III)

(Continuación de “Un magma dentro de otro en Almadén (II)”.)

Aún no hemos tenido en cuenta una posibilidad: que los dos líquidos magmáticos se mezclaran. Muchas veces no hay ni rastro de mezcla. Pero otras sí los hay:  

1. Pedacitos que se desprenden de las gotas grandes y se dispersan en el magma hospedador:





 2. Granos minerales blancos ya formados en el magma hospedador, que entran en la gota:



3. Contactos no drásticos sino difusos entre ambos magmas:



4. Fragmentos de los cuerpos oscuros (en este caso de la zona interna más clara) redondeados y con contactos difusos con el magma hospedador, como si estuvieran siendo “desgastados” y asimilados por él:



5. Bandas de aspecto intermedio entre ambos magmas, como si fueran capas de un magma híbrido:


6. Manchas de un gris intermedio, que también parecen magma híbrido:




7. Trozos de rocas laminadas como los que hay en el interior de algunas gotas, sueltos en el magma de fuera:

Así que parece que un poquito de mezcla sí que hubo.

Algo que puede favorecer la mezcla, es el movimiento. Y no es raro que haya movimientos en una bolsa de magma, sobre todo cuando entra un segundo magma a mayor temperatura y recalienta al que ya había, como es el caso. Ocurre como en el agua de una olla al fuego: lo más caliente sube, lo menos caliente baja. Vamos, que hay circulación. El magma hospedador fluye, las gotas oponen resistencia o se mueven más rápido, y así ambos se rozan. Y el roce hace el cariño y propicia los intercambios.

Pero, ¿se ve alguna señal de ese flujo y rozamiento en Almadén? Igual me paso de listo (es un tema que no controlo), pero creo que alguna hay:






 Son ciertos retazos y bandas dentro del magma hospedador, pero con aspecto distinto, y situados en el contacto con el otro magma o en paralelo a él. Hay algún penacho o bandita oscuros, que parecen arrastrados desde los cuerpos oscuros. Aunque lo que más abunda son partes rosadas, pegadas a la zona de contacto, con cuarzo y ortosa casi exclusivamente. Además, suele pasar que la ortosa está alrededor y el cuarzo dentro, e incluso un pequeño vacío en el centro. Todo eso indica que en su momento fueron enteramente líquidos, cuando el resto del magma hospedador ya contenía bastantes cristales sólidos. Los cristales del magma hospedador se habrían retirado de la zona de rozamiento pegada a la gota, lo mismo que los troncos en un río se separan de la orilla. Así, junto a la gota, quedaron partes ocupadas solo por el magma hospedador que quedaba sin cristalizar. Y cuando se solidificó, quedaron ausentes los minerales que se solidifican primero, y casi todo fue ortosa y cuarzo. También se observa eso a veces en las divisiones más estrechas y rectas de las gotas (ver entrada anterior). 

(Y un matiz: para ser honestos, a veces los retazos claros junto al cuerpo oscuro parecen más bien acumulaciones de cristales grandes, lo cual también tendría sentido, porque serían como troncos depositados en orillas reservadas.)

Así pues, con los movimientos y las mezclas, el relato general queda finalmente así: un magma menos silícico (y más fluido) atraviesa unas rocas laminadas, incorpora algunos trozos; luego, llega a una gran bolsa de magma más silícico y más frío, y entra formando grandes “gotas”, que se van enfriando desde fuera hacia dentro. El magma hospedador tarda más en solidificarse por su composición. Mientras tanto, hay movimientos en los magmas, que favorecen una cierta mezcla y también que muchas gotas se dividan. Con el tiempo, todo queda solidificado, con algunos de los procesos “congelados”; así, cuando la elevación y la erosión exponen la roca, puede uno fotografiarlos y exponerlos en este blog.


(Sigue en “Un magma dentro de otro en Almadén (IV)”.)